El patriarca de la Sudáfrica libre
«Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en
la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de
oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que
espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto
a morir». Lo dijo en 1961 ante un tribunal que lo juzgaba por alta
traición. Y fue 27 años a la cárcel por ello. Afortunadamente, no tuvo que morir por estas ideas.
La coherencia de Mandela (1918-2013) le convirtió en una leyenda política ya en vida. Otros, como el Che Guevara, Gandhi o Martin Luther King, son también admirados por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero sus asesinatos contribuyeron al mito, dejando la duda de si hubiesen sucumbido al poder. En el caso de Mandela no hubo espacio para la sospecha: luchó, gobernó y se mantuvo fiel a sus creencias.
La coherencia de Mandela (1918-2013) le convirtió en una leyenda política ya en vida. Otros, como el Che Guevara, Gandhi o Martin Luther King, son también admirados por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias, pero sus asesinatos contribuyeron al mito, dejando la duda de si hubiesen sucumbido al poder. En el caso de Mandela no hubo espacio para la sospecha: luchó, gobernó y se mantuvo fiel a sus creencias.
'Madiba' —'abuelo venerable', como le conocían en Sudáfrica— soportó
muchos varapalos a lo largo de su vida. Familia de los jefes supremos de
la tribu de los 'Tembu', fue formado para convertirse en dirigente de
su clan. Pero se rebeló contra su destino: estudió Derecho y se metió en
política para combatir las prácticas xenófobas del Apartheid. Era negro en un país dominado por blancos que practicaban la exclusión racial. Y no estaba dispuesto a aceptarlo.
En 1948, el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) había ganado unas
elecciones en las que sólo podían votar los blancos y había instalado un
sistema de segregación racial. Enfrente tenía al Congreso Nacional
Africano (CNA), formado en 1912 para luchar por los derechos de la
población negra y al que se unió Mandela en 1942. Fueron años de
recorrer el país promoviendo la desobediencia civil, incluidas las acciones violentas. Hasta que fue arrestado y acusado de alta traición.
El régimen de Sudáfrica consideraba a 'Madiba' un terrorista y le
tuvo cerca de tres décadas entre rejas. Cuenta la leyenda —llevaba al
cine por Clint Easwood— que allí cogía fuerzas repitiéndose como un
mantra el poema 'Invictus', de William Ernest Henley: «Más
allá de la noche que me cubre / negra como el abismo insondable / doy
gracias a los dioses que pudieran existir / por mi alma invicta». Le escuchaba la comunidad internacional,
que orquestó una campaña en su apoyo que dio frutos el 11 de febrero de
1990. Ese día, Mandela salió en libertad tras 27 años de cárcel. En su
primera intervención ante la prensa apostó por una solución que no
menoscabase los derechos de los blancos. Sin rencor. Tomó entonces las
riendas de la transición del país y cambió su condición de 'peligroso
opositor' por la de presidente, previo paso por las primeras elecciones
democráticas a las que acudían sus compatriotas. Fue en abril de 1994.
Una vez en el poder, mantuvo la coherencia. No se aferró al sillón. Se retiró cuando llegó el momento y siguió luchando por causas nobles,
como erradicar la pobreza en África o combatir el sida. Trabajó además
como mediador en los conflictos de Angola, Burundi y República
Democrática del Congo y recibió un sinfín de homenajes. Su figura ha
sido venerada por miles de personas. En vida, y tras su muerte.
http://www.elmundo.es/especiales/internacional/nelson-mandela/retrato.html
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