La historia detrás del fin de las gafas de Google
La
primera fase del proyecto de Google Glass ha concluido. Se pronostica el
lanzamiento de otro producto, pero se desconoce si comprenderá
una versión mejorada del concepto
inicial o constituirá una redefinición
bajo diferentes premisas. Algunos expertos, como Christian Van Der Henst, uno
de los privilegiados que contó con acceso a primer
prototipo de Glass en Colombia, auguran un equipo más
orientado al consumidor. Otra arista de la opinión pública
se alinea con la previsión de que el extraño
‘gadget’ se rediseñará
para ajustarse a focos de mercado especializados, como la medicina o el sector
industrial.
Lo
concreto es que Google Glass se acabó como lo conocíamos.
La firma con sede en Mountain View envió un comunicado a quienes
conformaban el selecto grupo de exploradores –así se
definió a los más
de 30.000 entusiastas que desembolsaron la astronómica
cifra de 1.500 dólares por un par de estas exóticas
gafas- para anunciar el fin del proyecto. En la misiva, la empresa agradeció
a quienes colaboraron con el mismo.
Glass
se vendió como un dispositivo que lo
cambiaría todo. La promesa no se
cumplió, por ahora.
Según
Google, quienes hayan sido exploradores de la primera versión,
podrán acceder a las futuras
versiones de las gafas cuando se concrete su desarrollo. La empresa despidió,
así, sin pompo, un dispositivo
que fue introducido al mercado, en contraste, con parafernalia, con la promesa
de cambiar la forma en que interactuábamos con nuestro entorno.
“Lo
que pasó es que Glass prometió
algo que no cumplió. Nos vendieron el producto
como si fuera propio de Iron Man. Nunca fue realidad aumentada, solo fue un
Heads-Up Display (una pantalla o visualizador que podíamos
usar en nuestras cabezas, para resumir)”, opina Freddy Vega, fundador
de la plataforma de educación en línea
Mejorando.la.
No
es la primera vez que Google se retira de un proyecto. Dentro de su
‘cementerio’ de desarrollos fallidos encontramos a Google Reader (un lector
RSS), a iGoogle (un generador de páginas web personalizadas), a
Google Health (servicio de información enfocado en salud), Google
Friend Connect (una suerte de red social), Google Video (era como YouTube, pero
no tuvo la misma acogida), Google Labs (aquí
publicaban productos raros), Google Desktop (para buscar archivos dentro del
PC) y Google NoteBook (para escribir notas en internet), solo por mencionar
algunos.
Uno
de los más recordados fue Wave, una
plataforma que integraba los principales servicios de la compañía,
como el correo y la mensajería instantánea
en una sola interfaz.
Google
acostumbra a lanzar una versión beta de sus productos de
software, invita al público a probarlos y después
los mejora. Ejemplo de ello es Gmail, que duró en
fase beta varios años, desde su lanzamiento en
2004.
La
compañía intentó
replica ese estilo de procedimiento con una pieza de hardware y falló.
En efecto, las Google Glass nunca se sintieron como un producto terminado –porque
no lo eran- y ello les restó atractivo. Se estima que su
costo de fabricación era de 200 dólares
(unos 400.000 pesos), pero se vendieron a los exploradores por 1.500 dólares
(3 millones de pesos).
Christian
Van Der Henst añade que las gafas se sentían
frágiles. “Me
la pasaba revisando a ver si seguían funcionando”.
Su batería apenas era capaz de grabar
45 minutos de video y la capacidad de almacenamiento era de 12 GB –en el papel,
era de 16 GB, pero el sistema operativo consumía 4
GB-. A lo anterior se suma que era, como la mayoría de
dispositivos para vestir, un aparato que no funcionaba de forma independiente,
sino que se conectaba con los teléfonos inteligentes. No
faltaron las quejas por la baja calidad de imagen que ofrecía
en condiciones de baja luz. Hasta los miopes se quejaron porque la pantalla se
proyectaba más lejos del ojo de lo que
ellos esperaban.
A
pesar de las deficiencias propias de un sistema en ‘obra negra’, los
exploradores concuerdan en que las gafas facilitaban varias tareas. “Era
bastante conveniente no tener que mirar a la pantalla del celular todo el
tiempo. La posibilidad de tomar fotos sin usar las manos era muy útil.
Lástima que Google no las
popularizó”, contó
a Tecnósfera Jesse Stay, un
explorador y profesor de la Universidad de Negocios LDS, en Salt Lake City.
Stay
confiesa que el hecho de que Google no las popularizara llevó
a que él se sintiera extraño
usándolas después
de un tiempo. El profesor terminó detestando llevarlas puestas
e incluso empezó a verlas como un distractor.
“Esa sensación de ser un bicho raro no era
agradable”, apunta.
En
efecto, las Google Glass fueron perdiendo parte de su lustre con el pasar de
los años. Llegó
un momento en que se volvieron blanco de burlas y de ataques. Se acuñó
el término ‘Glasshole’
(una mezcla entre Glass y 'asshole', la versión
inglesa de 'pendejo'), en referencia a aquel usuario que las usaba de forma
inapropiada. Un video del portal de tecnología
Mashable resume de manera magistral el sentir de muchos usuarios:
Otro
buen ejemplo es esta parodia de Smosh: https://youtu.be/4_X6EyqXa2s
Es
más, hasta el mismo Google creó
un manual de uso donde se invitaba a los dueños de
Glass a respetar la privacidad de otros usuarios, a apagar el dispositivo
cuando fuera necesario y a tener sentido común al
usarlas, entre otras curiosas recomendaciones.
Vea
aquí el manual de Google
La
euforia inicial se transformó en miedo en algunos casos.
Hubo exploradores que fueron atacados cuando portaban el dispositivo, como el
periodista Kyle Russell, a quien una mujer le arrebató
las gafas con violencia en medio de una protesta orquestada en las calles de
San Francisco, California.
Una
situación similar fue reportada por
la periodista de tecnología Sarah Slocum, quien fue
agredida verbal y físicamente por unos ‘Google
Glass haters’ en un bar de San Francisco. Slocum logró
conservar las gafas, pero le robaron su cartera y su teléfono
celular.
Las
Glass resultaron ser un ‘gadget’ tan inusual que planteó
hasta dudas legales ¿Se debía permitir su uso al volante?
En enero de 2014, Cecilia Abadie, una mujer de California, fue citada a juicio
por usar las gafas de realidad aumentada Google Glass mientras manejaba su
automóvil. Dos semanas después
fue declarada no culpable.
Lea
también: A juicio por manejar con
las gafas de Google
¿Se
debería permitir su uso en las
salas de cine? La Asociación Americana de Películas
(MPAA, por su nombre en inglés) y la Asociación
Nacional de dueños de teatros las prohibieron
en noviembre del año anterior. El temor de que
fueran usadas para grabar las películas derivó
en esa decisión.
“Nunca
había visto tanto odio hacia un
dispositivo como ocurrió con Glass”,
resume Freddy Vega, el fundador de Mejorando.la
A
todo lo anterior se suma que los desarrolladores empezaron a perder interés
en esta pieza tecnológica. En noviembre, Reuters
contactó a 16 compañías
que trabajan en software para las Glass, nueve de ellas declararon haber
abandonado sus proyectos relacionados con este dispositivo.
“Si
hubieran 200 millones de Google Glass vendidas, las perspectivas serían
diferentes. No hay mercado en este momento”, dijo Tom Frencel,
presidente de Little Guy Games a Reuters en esa ocasión.
Ante
las malas perspectivas, varios empleados involucrados con el proyecto Google
Glass empezaron a saltar del barco desde el segundo trimestre de 2014,
incluyendo el líder de desarrollo, Babak
Parviz, el jefe de ingeniería electrónica
Adrian Wong y Ossama Alami, director de relaciones de desarrollo, reportó
Reuters.
El
último
clavo en el ataud de Glass fue la paulatina aparición
de múltiples competidores que
fabricaron gafas de realidad aumentada con prestaciones similares, mejor diseño
y un precio inferior. Encontramos en ese universo a las Epiphany Wear, de 300
euros, fabricadas por Vergencia Labs; las Moverio BT200 de Epson, de 700 dólares;
las Smart Eyeglass de Sony, cuyo valor no se ha definido, y las Toshiba Glass.
Las
Smart Eyeglass de Sony
¿El
futuro es Magic Leap?
Puede
que Google haya decidido sepultar las Glass por las razones esgrimidas, pero es
poco probable que se hayan despedido de sus intenciones de crear un dispositivo
de realidad aumentada.
En
octubre del año pasado, la firma invirtió
542 millones de dólares en Magic Leap, un
emprendimiento con base en Florida (EE.UU.) que está
trabajando en un nuevo tipo de realidad aumentada llamado realidad cinemática.
Esta
nueva tecnología sería
capaz de generar realistas imágenes en 3D que se superpondrían
a nuestra realidad. El fundador de Magic Leap, Rony Abovitz, considera que la
realidad cinemática incluso desplazará
a la realidad virtual como el avance dominante en el futuro.
Con
un par de gafas de Magic Leap podríamos, por ejemplo, ver un
dragón cruzando el cielo o un
gnomo saliendo de nuestro armario. La fantasía
digital se mezclaría con nuestra realidad de
forma excepcional.
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