(Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres, 1883) Pensador
socialista y activista revolucionario de origen alemán. Raramente la obra de un
filósofo ha tenido tan vastas y tangibles consecuencias históricas como la de
Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917, y hasta la caída del muro de
Berlín en 1989, la mitad de la humanidad vivió bajo regímenes políticos que se
declararon herederos de su pensamiento. Contra lo que pudiera parecer, el
fracaso y derrumbamiento del bloque comunista no habla en contra de Marx, sino
contra ciertas interpretaciones de su obra y contra la praxis revolucionaria de
líderes que el filósofo no llegó a conocer, y de los que en cierto modo se
desligó proféticamente al afirmar que él no era marxista.
Karl Marx
Ciertamente fallaron sus predicciones acerca del inevitable
colapso del sistema capitalista, pero, frente a los socialistas utópicos,
apenas se interesó en cómo había de organizarse la sociedad. En lugar de ello,
Marx se propuso desarrollar un socialismo científico que partía de un detallado
estudio del capitalismo desde una perspectiva económica y revelaba las
perversiones e injusticias intrínsecas del sistema capitalista; en tal
análisis, fecundo por los desarrollos posteriores y vigente en muchos aspectos,
reside el verdadero valor de su legado. En cualquier caso, es innegable la
altura de sus ideales; nunca ambicionó nada excepto "trabajar para la
humanidad", según sus propias palabras. Y, refiriéndose a su libro El capital,
dijo: "Dudo que nadie haya escrito tanto sobre el dinero teniendo tan
poco".
Biografía
Karl Marx procedía de una familia judía de clase media; su
padre era un abogado convertido recientemente al luteranismo. Estudió en las
universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en filosofía por esta última
en 1841. Desde esa época el pensamiento de Marx quedaría asentado sobre la
dialéctica de Hegel, si bien sustituyó el idealismo hegeliano por una
concepción materialista, según la cual las fuerzas económicas constituyen la
infraestructura subyacente que determina, en última instancia, fenómenos
«superestructurales» como el orden social, político y cultural.
En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre inició a
Marx en el interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución francesa y
por los primeros pensadores socialistas. Convertido en un demócrata radical,
Marx trabajó algún tiempo como profesor y periodista; pero sus ideas políticas
le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París (1843).
Por entonces estableció una duradera amistad con Friedrich
Engels, que se plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de
ambos. Fue expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas; por fin, tras
una breve estancia en Colonia para apoyar las tendencias radicales presentes en
la Revolución alemana de 1848, pasó a llevar una vida más estable en Londres,
en donde desarrolló desde 1849 la mayor parte de su obra escrita. Su dedicación
a la causa del socialismo le hizo sufrir grandes dificultades materiales,
superadas gracias a la ayuda económica de Engels.
Engels y Marx
Marx partió de la crítica a los socialistas anteriores, a los
que calificó de «utópicos», si bien tomó de ellos muchos elementos de su
pensamiento (particularmente, de autores como Saint-Simon, Robert Owen o
Charles Fourier). Tales pensadores se habían limitado a imaginar cómo podría
ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su implantación resultara
del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas comunidades modélicas.
Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un
«socialismo científico», basado en la crítica sistemática del orden establecido
y el descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su superación; la
fuerza de la revolución (y no el convencimiento pacífico ni las reformas
graduales) sería la forma de acabar con la civilización burguesa. En 1848, a
petición de una liga revolucionaria clandestina formada por emigrantes
alemanes, Marx y Engels plasmaron tales ideas en el Manifiesto Comunista, un
panfleto de retórica incendiaria situado en el contexto de las revoluciones
europeas de 1848.
El capital
Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra, Marx
profundizó en el estudio de la economía política clásica y, apoyándose
fundamentalmente en el modelo de David Ricardo, construyó su propia doctrina
económica, que plasmó en El capital; de esa obra monumental sólo llegó a
publicar el primer volumen (1867), mientras que los dos restantes los editaría
después de su muerte su amigo Engels, poniendo en orden los manuscritos
preparados por Marx.
Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el
trabajo humano produce valor, Marx señaló la explotación del trabajador,
patente en la extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no
pagada al obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la acumulación del
capital. Denunciaba con ello la esencia injusta, ilegítima y violenta del
sistema económico capitalista, en el que veía la base de la dominación de clase
que ejercía la burguesía.
Karl Marx
Sin embargo, su análisis aseguraba que el capitalismo tenía
carácter histórico, como cualquier otro sistema, y no respondía a un orden
natural inmutable como habían pretendido los clásicos: igual que había surgido
de un proceso histórico por el que sustituyó al feudalismo, el capitalismo
estaba abocado a hundirse por sus propias contradicciones internas, dejando
paso al socialismo. La tendencia inevitable al descenso de las tasas de
ganancia se iría reflejando en crisis periódicas de intensidad creciente hasta
llegar al virtual derrumbamiento de la sociedad burguesa; para entonces, la
lógica del sistema habría polarizado a la sociedad en dos clases contrapuestas
por intereses irreconciliables, de tal modo que las masas proletarizadas,
conscientes de su explotación, acabarían protagonizando la revolución que daría
paso al socialismo.
En otras obras suyas, Marx completó esta base económica de su
razonamiento con otras reflexiones de carácter histórico y político: precisó la
lógica de lucha de clases que, en su opinión, subyace en toda la historia de la
humanidad y que hace que ésta avance a saltos dialécticos, resultado del choque
revolucionario entre explotadores y explotados, como trasunto de la
contradicción inevitable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el
encorsetamiento al que las someten las relaciones sociales de producción.
También indicó Marx el objetivo último de la revolución
socialista que esperaba: la emancipación definitiva y global del hombre (al
abolir la propiedad privada de los medios de producción, que era la causa de la
alienación de los trabajadores), completando así la emancipación meramente
jurídica y política realizada por la revolución burguesa (que identificaba con
el modelo francés). Sobre esa base, Marx apuntaba hacia un futuro socialista
entendido como realización plena de las ideas de libertad, igualdad y
fraternidad, como fruto de una auténtica democracia; la «dictadura del
proletariado» tendría un carácter meramente instrumental y transitorio, pues el
objetivo no era el reforzamiento del poder estatal con la nacionalización de
los medios de producción, sino el paso (tan pronto como fuera posible) a la
fase comunista en la que, desaparecidas las contradicciones de clase, ya no
sería necesario el poder coercitivo del Estado.
La Primera Internacional
Marx fue, además, un incansable activista de la revolución
obrera. Tras su militancia en la diminuta Liga de los Comunistas (disuelta en
1852), se movió en los ambientes de los conspiradores revolucionarios exiliados
hasta que, en 1864, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) le dio la oportunidad de impregnar al movimiento obrero mundial de sus
ideas socialistas.
En el seno de aquella Primera Internacional, gran parte de
sus energías las absorbió la lucha contra el moderado sindicalismo de los
obreros británicos y contra las tendencias anarquistas continentales
representadas por Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin. Marx triunfó e
impuso su doctrina como línea oficial de la Internacional, si bien ésta
acabaría por hundirse como efecto combinado de las divisiones internas y de la
represión desatada por los gobiernos europeos a raíz de la revolución de la
Comuna de París (1870).
Retirado desde entonces de la actividad política, Marx siguió
ejerciendo su influencia a través de sus discípulos alemanes, como August Bebel
o Wilhelm Liebknecht; desde su creación en 1875, ambos fueron figuras de peso
en el Partido Socialdemócrata Alemán, grupo dominante de la Segunda
Internacional que, bajo inspiración decididamente marxista, se fundó en 1889.
Muerto ya Marx, Engels asumió el liderazgo moral de aquel movimiento y la
influencia ideológica de ambos siguió siendo determinante durante un siglo.
Sin embargo, el empeño vital de Marx había sido el de
criticar el orden burgués y preparar su destrucción revolucionaria, evitando
caer en las ensoñaciones idealistas de las que acusaba a los visionarios
utópicos; por ello no dijo apenas nada sobre el modo en que debían organizarse
el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder, dando lugar a
interpretaciones muy diversas entre sus adeptos. Dichos seguidores se
escindieron entre una rama socialdemócrata cada vez más orientada a la lucha
parlamentaria y a la defensa de mejoras graduales salvaguardando las libertades
políticas individuales (Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Friedrich Ebert) y una
rama comunista que dio lugar a la Revolución bolchevique en Rusia y al
establecimiento de Estados socialistas con economía planificada y dictadura de
partido único (Lenin y Stalin en la URSS y Mao Tse-tung en China).
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